Esa tarde fue
increíble. Realmente se portó bien conmigo Alan, estuvimos jugando a la Xbox
todo el tiempo. Luego, sobre la hora de cenar volvió Alice con una bolsa más de
ropa para mí, junto al mayordomo de Alan, el Señor Edward, pero todos le
llamaban Ed.
Cené la comida más
deliciosa que había probado en toda mi vida, todo era genial, cogí un poco de
soltura ya que me sentía más cómoda y hablé con los tres. Ya que a la mesa
también se sentaban Alice y Edward, que eran pareja.
Durante la cena fue
momento de explicaciones. Les conté mi vida empezando cinco años atrás, desde
la muerte de mis padres a manos de un ladrón, suena cómico que yo sea una
ladrona conociendo ese dato; continué explicándoles mis años en el orfanato
hasta que me adoptaron los Harrison. Seguí con el año que pasé con ellos y
escapándome para hablar con Christian, que era el único que conocía ese secreto.
Y por último, terminé con los días anteriores, desde que me cogió el agente
hasta que Alan me encontró en la entrada de su casa.
Cuando hube terminado,
Alice se llevó una mano a la boca en señal exclamativa por mi infancia.
-Pobre niña… - Dijo con
mirada triste. – Hay que hacer algo con esos dos malechores. – Los dos hombres
asintieron demostrando su acuerdo.
-¡No! ¡No! No, por
favor no lo hagáis. Me he ido, seguramente nunca los vuelva a ver. Por favor,
no hagáis eso, sino me devolverán a un orfanato.
-Pero las autoridades
deben de conocer este caso. – Explicó Ed para intentar convencerme.
-Bueno, lo hablaremos
mañana, por ahora vas a pasar aquí una temporada hasta que tomemos una decisión.
– Alan me dirigió una mirada de orden, no de proposición. Agradecía lo que
estaba haciendo por mí.
-Nosotros deberíamos
irnos ya, Señorito Alan.- Anunció Ed.
-Vamos, amigo, ya sabes
que no quiero que te dirijas a mí de esa forma. No te sientas mal, pero tú eres
bastante más viejo que yo. – Ambos se rieron con ese comentario, se notaba que
se querían mucho.
Antes de irse, le pedí
a Alice que le diera las gracias a su hija por prestarme tanta ropa.
-No es prestada, sino
regalada. No tienes nada para ponerte, así que esto te ayudará un poco. Ella ya
es más mayor y está estudiando fuera, así que no le importará. – Y me guiñó un
ojo.
Cuando se fueron, Alan
y yo nos quedamos solos en el salón. Fui a recoger mi plato pero él me detuvo.
Colocó su mano sobre la mía e hizo un poco de presión para obligarme a dejar la
vajilla donde estaba.
-No, déjalo. Yo
recogeré la mesa, tú vete a acostar. La verdad es que lo necesitas. – Su mirada
siempre era tierna.
-Pero…
-Tira. – Dijo con tono
alegre. Yo me levanté de la silla dándole las gracias con la mirada y fui a
salir de la sala pero me detuve. Giré sobre mí misma y me quedé quieta
observando a Alan.
-¿Qué ocur… - Rompí su
pregunta lanzándome a sus brazos entre lágrimas, no pude evitarlo, llevaba
demasiado tiempo reteniéndolas. Susurraba muchos “gracias” seguidos entre los
sollozos, él se quedó atónito con mi repentino comportamiento, pero lo aceptó y
me devolvió el abrazo a la vez que me besaba la frente con ternura.
Una vez hube terminado
con mis lloriqueos le miré muy avergonzada mientras me separaba de él y empecé
a sonrojarme.
-¿Podría… ducharme
antes de acostarme? La verdad, me siento un poco sucia… - Le expliqué mientras
cogía un mechón de mi pelo con cara de asco.
-Por supuesto, está una
puerta antes de tu dormitorio. Buenas noches. – Cogió mi rostro entre sus manos
y me besó de nuevo en el mismo lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario