Al llegar al pueblo ya
avistamos la casa, y nos encontramos con Ed y Alice discutiendo en la puerta
con una pareja. ¡NO! …
Me asusté y me paré en
seco, Alan dirigió su mirada de los desconocidos a mí varias veces y entonces
lo entendió todo.
-Ven, no tengas miedo. –
Me susurró al oído mientras me sujetaba la mano con firmeza. Ambos nos
encaminamos hacia Ed y Alice y… los Señores Harrison.
Cuando la Señora
Harrison me avistó en la distancia dio unos golpes en el hombro a su marido
para que mirara en mi dirección también. Aun con los pasos que nos separaban
pude notar su mirada cabreada clavarse en mí como una aguja y me paré en seco,
no pude evitarlo.
-¡Hija de…! – Me insultó
el Señor Harrison mientras se acercaba a mí a zancadas. Cuando estuvo a punto
de tocarme, Alan se interpuso entre él y yo.
-¿Quién eres tú? –
Pregunto enfadado mi tutor legal.
-El joven que os va a
denunciar a usted y a su mujer como no se alejen de esta chica. – Yo estaba
muerta de miedo, mi mirada iba dirigida al suelo. – Márchese de aquí y deje a
Viela en paz.
-Ella es mía, niño, los
papeles lo demuestran. – Amenazó el Señor Harrison. Alan empezó a enfadarse y recogió mis dos manos con la suya.
-Mire, yo sé lo que le
hacían a Viela, esas dos personas de allí también lo saben, por lo que si
ponemos una denuncia podrán testificar perfectamente. Ustedes, ambos, irán a la
cárcel por abusar de una menor y maltratarla, además de aprovecharse de la
herencia de sus padres. Si no quiere que eso le ocurra, ya está desapareciendo
de mi vista, y rompiendo el contrato que establece que usted es el tutor legal
de Viela, porque ella no se lo merece. – Me quedé con la boca abierta con las
palabras de Alan. El Señor Harrison se quedó con la palabra en la boca, no supo
qué decir y comenzó a ponerse nervioso.
-Puñetera niña…-
Susurró. – Total, tú ya no nos sirves, hoy cumples dieciséis años, con esa
edad ya puedes valerte por ti misma. – Me lanzó una mirada amenazante y dio
media vuelta, cogió a su mujer por el brazo que también me dirigió una mirada
de pocos amigos. Ambos se metieron en la furgoneta y el Señor Harrison encendió
el motor, para salir del pueblo y no volverlos a ver nunca más.
Cuando vi desaparecer
el vehículo por la curva de la carretera caí rendida al suelo. Alan me sostuvo
con cuidado y me susurró palabras para tranquilizarme, “Eres libre.” fue una de
ellas.
Me levanté con su ayuda
y los brazos de Alice me rodearon con mucha fuerza mientras gritaba de
felicidad cerca de mi oído. Al terminar ella con los ojos llenos de lágrimas de alegría, fue Ed quien me abrazó, yo le di las gracias mientras sus brazos me
rodeaban.
Nos metimos en la casa,
yo fui directa a sentarme en el sofá, estaba exhausta. Alice se me quedó
mirando.
-Ya puedes descansar,
pequeña. Porque esta noche va a haber celebración por dos: tu cumpleaños y tu
independencia.
-Y tercera: porque va a
vivir aquí conmigo. – Intervino Alan mirándome fijamente. Yo clavé mi mirada en
la suya, sin creerme lo que había oído. – Si quieres, claro.
Mi cabeza empezó a
decir sí una, y otra, y otra, y otra vez, mientras me lanzaba a sus brazos
entre lágrimas.
Ed y Alice nos miraron
con una sonrisa y se dirigieron a la cocina para preparar la cena.
Yo no podía soltar a
Alan, no cabía en mi asombro… vivir con Alan.
-Todo ha pasado ya. –
Dijo en un tono bajo mientras me acariciaba el cabello.
-Gracias a ti. - Dije yo
levantando la vista hacia él. - No sé qué puedo hacer para…
-Solamente quédate aquí
conmigo, Viela. No quiero que te vayas. – Me suplicó con una mirada dulce y
cálida. Yo asentí de nuevo con impaciencia.
En ese momento le bajé
el rostro con las manos y le di un fuertísimo beso en la frente para acabar
dirigiéndole una sonrisa. Él me la devolvió con cariño.
-La Viela ladrona ha
desaparecido, ahora vuelvo a ser Viela Rud, retomo el apellido de mis padres. –
Anuncié orgullosa de mi victoria.
Alan me liberó de su
abrazo y empezó a aplaudirme. Yo hice una reverencia exagerada y di la vuelta
para dirigirme al sofá.
Mas, Alan no me
permitió llegar hasta él, ya que me abrazó por la espalda y apartándome el
cabello de la oreja me susurró notando su aliento en mi cuello:
-Gracias por quitarte
la máscara, Viela.
Cerré los ojos y sonreí
al escuchar esas palabras. Era cierto, por fin, me había quitado la máscara.
Hoola:3 Muchas gracias por seguir el blog http://aglolife.blogspot.com/. Un beso!
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